Oh, prodigio maravilloso

La leyenda habla, como no podía ser de otra manera, de un maestro y su discípulo. Este último llevaba años realizando largas y extenuantes prácticas meditativas para lograr la paz interior. Sin embargo, y pesar de su inflexible perseverancia, su mente seguía estando inquieta, su cuerpo tenso y débil, y sus relaciones con el resto de discípulos eran frías y distantes.

Una mañana de invierno, el maestro le dijo que ese día no iba a meditar. En su lugar, le encomendó cortar leña para la chimenea, y acarrear agua del pozo para la cocina. Así que el discípulo, obediente a su maestro pero lamentando no poder trabajar su mente, dedico buena parte de la jornada a realizar las tareas encomendadas.

Al finalizar el trabajo y tras muchas horas de esfuerzo, el discípulo sintió que su mente estaba en calma y que su cuerpo, a pesar del cansancio, se mostraba enérgico y liberado. A su alrededor, todo parecía mantener un orden natural y una armonía espontánea. Entonces, escribió en su cuaderno:

"Oh, prodigio maravilloso:
Puedo cortar leña
y sacar agua del pozo..."

A veces, las prácticas espirituales más intensas subyacen en las actividades más cotidianas. Y es en las pequeñas tareas donde uno puede aprender a encontrar la paz interior y el vacío de la mente. No es preciso alejarse a solitarias montañas o recluirse en silenciosos monasterios para encontrar al propio Ser. Por eso, en nuestro día a día tenemos miles de oportunidades para Desarrollar esta profunda Práctica Interior. Y quizás así podamos afirmar un día:

"Oh, prodigio maravilloso:
Puedo fregar los platos
y limpiar el inodoro..."

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