El
entorno cultural en que vivimos, transforma las palabras y las representaciones, exponiendo
la enseñanza espiritual de múltiples formas. Si nos aferramos a la forma, si adoramos la mera representación o nos fijamos sólo en la belleza de las frases, las imágenes o las manifestaciones artísticas, permanecemos sólo en su
apariencia externa, sin captar la esencia de su verdadera sabiduría.
Si
decidimos que una representación es mejor que otra o que una frase es más
significativa que las demás, estamos excluyendo cosas de nuestra vida. Si excluimos algo, ¿cómo pretendemos abarcar el Todo? ¿cómo pretendemos asimilar el Tao infinito?
Por
eso, cualquier supremacía que intentamos darle a algo o alguien, a una doctrina o
a una filosofía, a una religión o a una disciplina, nos aleja del Todo al que pertenecemos.
Si
nos aferramos a la forma, inevitablemente, nos alejamos de la Esencia.
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