Micro-meditaciones

Meditar es más asequible cuando uno dispone de un espacio habilitado para tal efecto. No tiene que ser una habitación entera donde sólo haya una esterilla, el cojín, una tenue luz y un pebetero para el incienso; también puede ser un rincón en el que reposa el cojín, y alrededor del cual se ha creado un espacio libre de estímulos distractores.

También es más productiva la meditación si uno dispone un tiempo específico al día para tal evento, y lo más habitual suele ser a primera hora de la mañana o última hora de la tarde. Sin embargo, a mucha gente le cuesta disciplinarse para crear ese intervalo personal.

Otra opción es lo que podríamos denominar micro-meditaciones, que consisten en usar intervalos de tiempo transitorios entre una actividad y otra. Por ejemplo, cuando viajamos en transporte público no tenemos porque usar dispositivos electrónicos o leer libros para "ocupar" ese periodo. Podemos, simplemente, cerrar los ojos y concentrarnos en nuestra respiración, o cualquier otra técnica meditativa que conozcamos.

No importa que sean dos minutos o quince. Estaremos usando ese momento para estar con nosotros mismos, relajarnos y afrontar la siguiente actividad desde la conciencia, y no desde la inercia a la que nos inducen muchos estímulos externos. Es un pequeño acto de "tomar el control" de nuestra mente y, en definitiva, de nuestro estado anímico.

Una visualización útil y poco costosa en este tipo de meditaciones es tratar de crear interiormente un espacio de calma mental, pero seguir escuchando y sintiendo el ruido, la vorágine y la agitación que se mueve a nuestro alrededor. Imaginarnos como un tronco flotando suavemente en el océano, mientras una tormenta agita el oleaje y el viento levanta cortinas de agua sobre nuestra cabeza. No importa lo que suceda en el exterior, nosotros decidimos que hay en el interior...

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