no medites si tu mente está agitada

> Cuando uno tiene muchas preocupaciones en la cabeza, la meditación puede hacer que se intensifiquen aún más.

> Una práctica meditativa productiva precisa cierta calma mental previa, y cierta predisposición a la relajación y la tranquilidad.

> En momentos de mucha agitación mental, la mejor opción es una actividad que solicite toda nuestra concentración y capacidad mental.


Meditar es "escuchar hacia dentro"

Tratar de iniciar una meditación con innumerables asuntos en la cabeza es un desafío inmenso. Sólo quiénes tienen cierto recorrido en apaciguar voluntariamente su flujo de pensamientos logran afrontarlo con éxito. Esto se debe a que las preocupaciones emergen con mayor facilidad cuando les damos el espacio y el silencio adecuado para hacerlo.

Pareciera, sin embargo, que es precisamente cuando tenemos muchas preocupaciones cuando es más útil y práctico meditar. Pero no suele ser así... Quedarse en silencio es, en realidad, dirigir la escucha hacia dentro, y el ruido que surge del interior de uno mismo puede ser más estruendoso y sobrecogedor que el proveniente del exterior.

Requisito esencial: cierta calma previa

Sólo cuando disponemos de cierto margen de tranquilidad, la práctica meditativa llega a ser productiva. De hecho, los centros o escuelas que ofrecen espacios para meditar, tratan de crear unas condiciones óptimas para ello: luz tenue, silencio o sonidos relajantes, ausencia de estímulos decorativos, etc. Es decir, tratan de configurar una predisposición a la meditación, tal y cómo han hecho durante siglos los lugares de culto de las diversas religiones.

Uno puede también crear en su propia casa este espacio de relajación. Pero para ello es conveniente que ese "espacio" se use sólo para actividades relajantes, pues si se usa para otro tipo de tareas, a la mente le costará desvincularse de aquello que se hace en ese lugar. Por ejemplo, su decides meditar en la cocina, has de tener una amplio recorrido en controlar tu mente para que ésta no se tienda a visualizar lo que se hace en ese espacio, como cocinar, comer o fregar los platos.

Una alternativa útil

Si los pensamientos inundan nuestra mente y nos cuesta mucho que se diluyan o que, al menos, se apacigüen, tenemos otras opciones. Si recurrimos a una actividad que ocupe toda nuestra capacidad mental, podemos abstraernos en parte de ese torbellino de ideas. Quizá por ello muchas personas realicen pasatiempos a diario, pues en ellos la mente ha de estar al objetivo planteado y no le queda margen para otros pensamientos.

Una opción más interesante consistiría en ocupar la mente con tareas que no requieran un análisis verbal o numérico, como sí sucede en los pasatiempos. Algo que obligue al cerebro a procesar la información de manera que no haya un discurso interno basado en palabras. Por ejemplo, tratar de seguir una coreografía de movimientos, intentar apilar piedras irregulares una sobre otra, o modelar una figura con barro. De hecho, muchas actividades creativas sirven para lograr ese punto de abstracción del pensamiento que facilita la calma mental.

Una vez lograda esa calma, la meditación puede ser mucho más asequible y relajante. Aunque otra tarea interesante, y que no conviene desestimar, es el afrontamiento de los propios pensamientos al que nos induce la meditación. Puede ser algo duro e incómodo, pero es en ese afrontamiento donde podemos gestionar y resolver los asuntos que realmente nos inquietan. 

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